Las ciudades inteligentes son el futuro de la vida en los centros urbanos. Atraer a nuevos ciudadanos e inversiones no se reducirá únicamente a buenas escuelas, propiedades asequibles y excelentes instalaciones. En el futuro, la experiencia digital y los servicios innovadores que pueda ofrecer un municipio serán igualmente cruciales. Mediante el uso de una red de sensores de última generación, una ciudad inteligente puede recoger una gran cantidad de datos. Estos datos pueden servir para mejorar la prestación de los servicios existentes a los ciudadanos. Además, esta información puede impulsar la creación de nuevos servicios, ayudar a optimizar los activos, mejorar la gestión de los recursos y hacer más eficientes las operaciones para reducir los costes.
Por ejemplo, la gestión inteligente de residuos utiliza sensores en las papeleras para detectar cuándo están llenas. El sensor notificará a la plataforma de gestión cuando un cubo esté lleno; entonces avisará al equipo de gestión de residuos para que lo vacíe. Esto ayuda a agilizar el proceso de recogida de residuos, reducir costes y mejorar la higiene.
Otro aspecto importante es la seguridad. Las ciudades no pueden ser inteligentes si no son seguras. Los sistemas de videovigilancia formados por una red de cámaras de Protocolo de Internet (IP), junto con aplicaciones avanzadas como el reconocimiento de matrículas, el seguimiento de vehículos, el reconocimiento facial, la analítica y las notificaciones en tiempo real mejoran la seguridad pública.
Aunque la cantidad de casos de uso de las ciudades inteligentes es notable, una ciudad inteligente sigue necesitando una mezcla inigualable de servicios de comunicación digital siempre activos y conectados a una amplia red de Internet de las Cosas (IoT). Para que esta complicada plataforma de servicios, de misión crítica, logre un funcionamiento óptimo, son vitales una conectividad sólida y una integración fluida.
Adoptar la innovación
Una ciudad inteligente se basa en una tecnología innovadora. Los últimos avances son esenciales para apoyar sus prioridades digitales calculadas, mejorar la eficiencia de los recursos y procesos, impulsar la responsabilidad de los ciudadanos y reforzar su economía. El ritmo de desarrollo tecnológico ha sido realmente asombroso. El número de casos de uso que estos avances pueden impulsar es increíble.
Basta con pensar en el IoT. Esta enorme red de dispositivos conectados está a la vanguardia de la innovación para diferenciar los servicios a los habitantes de las ciudades. Por ejemplo, una conexión digital con los activos permite localizar en tiempo real los equipos y empleados de la ciudad. La ventaja del seguimiento de activos es que los equipos pueden encontrarse rápidamente. Si un municipio sabe dónde están sus activos y cuánto se utilizan, puede racionalizar eficazmente su cartera de activos, reduciendo los costes. La IO puede apoyar los servicios basados en la localización (LBS), que ofrecen orientación y geolocalización para entornos interiores, como edificios públicos y museos. Esto permite a la ciudad recopilar datos sobre la ubicación de los visitantes y empleados. Los LBS pueden revelar información útil para el turismo y la seguridad pública, por ejemplo para mejorar la gestión de multitudes.
Lo emocionante es que esto es sólo el comienzo de este viaje. La tecnología que impulsa las ciudades inteligentes es cada vez más sofisticada. El número de casos de uso se está multiplicando, aumentando el número de beneficios sociales y servicios digitales que pueden ofrecerse a los ciudadanos.
Hacerlo realidad
Las ventajas de la progresión tecnológica para las ciudades inteligentes son evidentes; pero ejecutar el cambio de forma segura en un gran entorno urbano descubre algunos retos excepcionales. Para que las ciudades inteligentes tengan éxito, hay que comprender y afrontar estos problemas.
La infraestructura de una ciudad inteligente se compone de un enorme y contrastado conjunto de plataformas y dispositivos tecnológicos, alojados en una amplia red de IoT. Conectar e integrar con éxito estos distintos elementos no es ninguna hazaña. Para lograr este objetivo, un municipio necesita una red de la era digital. Esta red proporciona una activación plug-and-play para los dispositivos IoT, una potente seguridad y una sofisticada automatización. Una red de la era digital es fundamental para permitir la adopción fluida necesaria para las necesidades cambiantes de una ciudad inteligente avanzada y dinámica.
Una red de la era digital se basa en ser autónoma. En este contexto, esto significa que la red simplifica el despliegue mediante la conexión automática y segura de ciudadanos, procesos, aplicaciones y objetos. Por encima de la autonomía, ofrece seguridad y eficiencia. Una red de la era digital puede incorporar dispositivos IoT mediante técnicas de segmentación, de modo que la red no se vea comprometida. También abre la innovación y la integración de procesos mediante la automatización del flujo de trabajo y las interfaces abiertas. Esto favorece el aumento de la productividad y elimina el potencial de error humano.
Los dispositivos IoT son clave para innovar en los servicios para los ciudadanos, pero su enorme número expone el borde de la infraestructura a los ciberataques. Los peligros que plantean estas amenazas a la seguridad de una ciudad inteligente son evidentes. Mantener la seguridad de los dispositivos IoT requiere la seguridad multinivel que ofrece una red de la era digital. Este método ayuda a proteger el dispositivo, la red y, sobre todo, el dispositivo del ciudadano. Utilizando una estrategia de contención del IoT, una red de la era digital puede proteger los sistemas identificando el dispositivo IoT y aprovisionando y aplicando automáticamente las políticas de configuración adecuadas. Mediante la segmentación de una única red física en distintas redes virtuales (contenedores), los responsables de TI pueden asegurarse de que cada aplicación, o servicio, tenga su propio contenedor seguro. Esto garantiza una experiencia óptima para los ciudadanos, una mayor integridad del servicio y unas operaciones seguras y sólidas.
Esta red, impulsada por algoritmos de IA y aprendizaje automático, analiza el comportamiento de los dispositivos y aplicaciones de IoT, asegurándose de que funcionan con normalidad. Cada objeto autorizado es inventariado digitalmente. Se conoce el tipo y el número de dispositivos IoT conectados a la red en un momento dado. Esta supervisión continua es crucial para mantener la seguridad de la red. Se pueden tomar medidas al instante si se produce una intrusión o una desviación del comportamiento estándar en cualquiera de los dispositivos IoT que operan en la red.
Concentrarse en los ciudadanos y las empresas
Tan importante como una red de la era digital, una ciudad inteligente requiere objetivos claros y medibles para impulsar la satisfacción de los ciudadanos y las empresas. Ya sea en relación con la lucha contra el cambio climático
la transición sostenible, la sanidad, la educación o la integración social, una ciudad inteligente debe centrarse en lo que quiere conseguir. Tiene que comprometerse con la transformación digital continua para mejorar la vida de sus ciudadanos y ofrecer una economía fuerte que atraiga la inversión.
Conseguirlo se reduce a combinar los servicios de comunicación digital y el despliegue del IoT mediante una conectividad fiable y una integración fluida. Conectar con éxito personas, objetos y procesos reduce la complejidad para impulsar los servicios innovadores que impulsarán las ciudades en el futuro.